viernes, 8 de julio de 2016

Exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco I sobre la piedad popular.

Enseñanzas del Santo Padre Francisco sobre la liturgia
Piedad popular


69. Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas o profundamente secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo. No podemos, sin embargo, desconocer que siempre hay un llamado al crecimiento. Toda cultura y todo grupo social necesitan purificación y maduración. En el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: el machismo, el alcoholismo, la violencia doméstica, una escasa participación en la Eucaristía, creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas.

70. También es cierto que a veces el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones privadas que se absolutizan. Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular». Algunos promueven estas expresiones sin preocuparse por la promoción social y la formación de los fieles, y en ciertos casos lo hacen para obtener beneficios económicos o algún poder sobre los demás. Tampoco podemos ignorar que en las últimas décadas se ha producido una ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico. Es innegable que muchos se sienten desencantados y dejan de identificarse con la tradición católica, que son más los padres que no bautizan a sus hijos y no les enseñan a rezar, y que hay un cierto éxodo hacia otras comunidades de fe. Algunas causas de esta ruptura son: la falta de espacios de diálogo familiar, la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo desenfrenado que alienta el mercado, la falta de acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones, y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural.

La fuerza evangelizadora de la piedad popular

122. Del mismo modo, podemos pensar que los distintos pueblos en los que ha sido inculturado el Evangelio son sujetos colectivos activos, agentes de la evangelización. Esto es así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia. La cultura es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada generación le transmite a la siguiente un sistema de actitudes ante las distintas situaciones existenciales, que ésta debe reformular frente a sus propios desafíos. El ser humano «es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece». Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. Puede decirse que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo». Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal.

123. En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio. Fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi quien dio un impulso decisivo en ese sentido. Allí explica que la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer» y que «hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe». Más cerca de nuestros días, Benedicto XVI, en América Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella «aparece el alma de los pueblos latinoamericanos».

124. En el Documento de Aparecida se describen las riquezas que el Espíritu Santo despliega en la piedad popular con su iniciativa gratuita. En ese amado continente, donde gran cantidad de cristianos expresan su fe a través de la piedad popular, los Obispos la llaman también «espiritualidad popular» o «mística popular». Se trata de una verdadera «espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos». No está vacía de contenidos, sino que los descubre y expresa más por la vía simbólica que por el uso de la razón instrumental, y en el acto de fe se acentúa más el credere in Deum que el credere Deum. Es «una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros»; conlleva la gracia de la misionariedad, del salir de sí y del peregrinar: «El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador». ¡No coartemos ni pretendamos controlar esa fuerza misionera!

125. Para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar. Sólo desde la connaturalidad afectiva que da el amor podemos apreciar la vida teologal presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres. Pienso en la fe firme de esas madres al pie del lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor entrañable al Cristo crucificado. Quien ama al santo Pueblo fiel de Dios no puede ver estas acciones sólo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rm 5,5).

126. En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización.

Evangelio diario: viernes, 8 de julio de 2016.

Día litúrgico: Viernes XIV del tiempo ordinario.

Texto del Evangelio (Mt 10,16-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.

Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre».
Comentario: P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)
«Seréis odiados de todos por causa de mi nombre»
Hoy, el Evangelio remarca las dificultades y las contradicciones que el cristiano habrá de sufrir por causa de Cristo y de su Evangelio, y como deberá resistir y perseverar hasta el final. Jesús nos prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); pero no ha prometido a los suyos un camino fácil, todo lo contrario, les dijo: «Seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Mt 10,22).

La Iglesia y el mundo son dos realidades de “difícil” convivencia. El mundo, que la Iglesia ha de convertir a Jesucristo, no es una realidad neutra, como si fuera cera virgen que sólo espera el sello que le dé forma. Esto habría sido así solamente si no hubiese habido una historia de pecado entre la creación del hombre y su redención. El mundo, como estructura apartada de Dios, obedece a otro señor, que el Evangelio de san Juan denomina como “el señor de este mundo”, el enemigo del alma, al cual el cristiano ha hecho juramento —en el día de su bautismo— de desobediencia, de plantarle cara, para pertenecer sólo al Señor y a la Madre Iglesia que le ha engendrado en Jesucristo.

Pero el bautizado continúa viviendo en este mundo y no en otro, no renuncia a la ciudadanía de este mundo ni le niega su honesta aportación para sostenerlo y para mejorarlo; los deberes de ciudadanía cívica son también deberes cristianos; pagar los impuestos es un deber de justicia para el cristiano. Jesús dijo que sus seguidores estamos en el mundo, pero no somos del mundo (cf. Jn 17,14-15). No pertenecemos al mundo incondicionalmente, sólo pertenecemos del todo a Jesucristo y a la Iglesia, verdadera patria espiritual, que está aquí en la tierra y que traspasa la barrera del espacio y del tiempo para desembarcarnos en la patria definitiva del cielo.

Esta doble ciudadanía choca indefectiblemente con las fuerzas del pecado y del dominio que mueven los mecanismos mundanos. Repasando la historia de la Iglesia, Newman decía que «la persecución es la marca de la Iglesia y quizá la más duradera de todas».

Santoral del día 8 de julio de 2016.

miércoles, 6 de julio de 2016

Evangelio diario: miércoles, 6 de enero de 2016.

Día litúrgico: Miércoles XIV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».
Comentario: Rev. D. Fernando PERALES i Madueño (Terrassa, Barcelona, España)
«Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca»
Hoy, el Evangelio nos muestra a Jesús enviando a sus discípulos en misión: «A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones» (Mt 10,5). Los doce discípulos forman el “Colegio Apostólico”, es decir “misionero”; la Iglesia, en su peregrinación terrena, es una comunidad misionera, pues tiene su origen en el cumplimiento de la misión del Hijo y del Espíritu Santo según los designios de Dios Padre. Lo mismo que Pedro y los demás Apóstoles constituyen un solo Colegio Apostólico por institución del Señor, así el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles, forman un todo sobre el que recae el deber de anunciar el Evangelio por toda la tierra.

Entre los discípulos enviados en misión encontramos a aquellos a los que Cristo les ha conferido un lugar destacado y una mayor responsabilidad, como Pedro; y a otros como Tadeo, del que casi no tenemos noticias; ahora bien, los evangelios nos comunican la Buena Nueva, no están hechos para satisfacer la curiosidad. Nosotros, por nuestra parte, debemos orar por todos los obispos, por los célebres y por los no tan famosos, y vivir en comunión con ellos: «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de los ancianos como a los Apóstoles» (San Ignacio de Antioquía). Jesús no buscó personas instruidas, sino simplemente disponibles, capaces de seguirle hasta el final. Esto me enseña que yo, como cristiano, también debo sentirme responsable de una parte de la obra de la salvación de Jesús. ¿Alejo el mal?, ¿ayudo a mis hermanos?

Como la obra está en sus inicios, Jesús se apresura a dar una consigna de limitación: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,5-6). Hoy hay que hacer lo que se pueda, con la certeza de que Dios llamará a todos los paganos y samaritanos en otra fase del trabajo misionero.

Santoral del día 6 de junio de 2016.

martes, 5 de julio de 2016

Santoral del día 5 de junio de 2016.

Evangelio diario: martes, 5 de junio de 2016.

Día litúrgico: Martes XIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 9,32-38): En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».
Comentario: Rev. D. Joan SOLÀ i Triadú (Girona, España)
«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»
Hoy, el Evangelio nos habla de la curación de un endemoniado mudo que provoca diferentes reacciones en los fariseos y en la multitud. Mientras que los fariseos, ante la evidencia de un prodigio innegable, lo atribuyen a poderes diabólicos —«Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios» (Mt 9,34)—, la multitud se maravilla: «Jamás se vio cosa igual en Israel» (Mt 9,33). San Juan Crisóstomo, comentando este pasaje, dice: «Lo que en verdad molestaba a los fariseos era que consideraran a Jesús como superior a todos, no sólo a los que entonces existían, sino a todos los que habían existido anteriormente».

A Jesús no le preocupaba la animadversión de los fariseos, Él continuaba fiel a su misión. Es más, Jesús, ante la evidencia de que los guías de Israel, en vez de cuidar y apacentar el rebaño, lo que hacían era descarriarlo, se apiadó de aquellas multitudes cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor. Que las multitudes desean y agradecen una buena guía quedó comprobado en las visitas pastorales del Papa Juan Pablo II a tantos países del mundo. ¡Cuántas multitudes reunidas a su alrededor! ¡Cómo escuchaban su palabra, sobre todo los jóvenes! Y eso que el Papa no rebajaba el Evangelio, sino que lo predicaba con todas sus exigencias.

Todos nosotros, «si fuéramos consecuentes con nuestra fe, —dice san Josemaría Escrivá— al mirar a nuestro alrededor y contemplar el espectáculo de la historia y del mundo, no podríamos menos de sentir que se elevan en nuestro corazón los mismos sentimientos que animaron al de Jesucristo», lo cual nos conduciría a una generosa tarea apostólica. Pero es evidente la desproporción que existe entre las multitudes que esperan la predicación de la Buena Nueva del Reino y la escasez de obreros. La solución nos la da Jesús al final del Evangelio: rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a sus campos (cf. Mt 9,38).

lunes, 4 de julio de 2016

Santoral del día 4 de junio de 2016.

Evangelio diario: lunes, 4 d junio de 2016.

Día litúrgico: Lunes XIV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«Tu fe te ha salvado»
Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a admirar dos magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas que merecieron conmover el corazón de Jesucristo y provocar —inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se deja ganar en generosidad!

«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá» (Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del Evangelio de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me salvaré» (Mt 9,22).

Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen grado por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al arcángel Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc 1,18). El Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios (...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así fue.

Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe: «Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus hijos.

Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras peticiones; la confianza y connaturalizar con Dios requieren trato: para confiar en alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así, «la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).

viernes, 1 de julio de 2016

Evangelio diario: viernes, 1 de julio de 2016.

Día litúrgico: Viernes XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Comentario: + Rev. D. Pere CAMPANYÀ i Ribó (Barcelona, España)
«Sígueme»
Hoy, el Evangelio nos habla de una vocación, la del publicano Mateo. Jesús está preparando el pequeño grupo de discípulos que han de continuar su obra de salvación. Él escoge a quien quiere: serán pescadores, o de una humilde profesión. Incluso, llama a que le siga un cobrador de impuestos, profesión menospreciada por los judíos —que se consideraban perfectos observantes de la ley—, porque la veían como muy cercana a tener una vida pecadora, ya que cobraban impuestos en nombre del gobernador romano, a quien no querían someterse.

Es suficiente con la invitación de Jesús: «Sígueme» (Mt 9,9). Con una palabra del Maestro, Mateo deja su profesión y muy contento le invita a su casa para celebrar allí un banquete de agradecimiento. Era natural que Mateo tuviera un grupo de buenos amigos, del mismo “ramo profesional”, para que le acompañaran a participar de aquel convite. Según los fariseos, toda aquella gente eran pecadores reconocidos públicamente como tales.

Los fariseos no pueden callar y lo comentan con algunos discípulos de Jesús: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» (Mt 9,10). La respuesta de Jesús es inmediata: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal» (Mt 9,12). La comparación es perfecta: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13).

Las palabras de este Evangelio son de actualidad. Jesús continúa invitándonos a que le sigamos, cada uno según su estado y profesión. Y seguir a Jesús, con frecuencia, supone dejar pasiones desordenadas, mal comportamiento familiar, pérdida de tiempo, para dedicar ratos a la oración, al banquete eucarístico, a la pastoral misionera. En fin, que «un cristiano no es dueño de sí mismo, sino que está entregado al servicio de Dios» (San Ignacio de Antioquía).

Ciertamente, Jesús me pide un cambio de vida y, así, me pregunto: ¿de qué grupo formo parte, de la persona perfecta o de la que se reconoce sinceramente defectuosa? ¿Verdad que puedo mejorar?

Santoral del día 1 de julio de 2016.

jueves, 30 de junio de 2016

Evangelio diario: jueves, 30 de junio de 2016.

Día litúrgico: Jueves XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
Comentario: Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous (Barcelona, España)
«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»
Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.

El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).

¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.

Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.

Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.

Santoral del día 30 de junio de 2016.

miércoles, 29 de junio de 2016

Evangelio diario: miércoles, 29 de junio de 2016.

Día litúrgico: 29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles
Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Comentario: Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña (Tarragona, España)
«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»
Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.

En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».

Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad suprema.

Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus intenciones.

Santoral del día 29 de junio de 2016.

  • San Pablo apóstol

    Saulo pasó de ser uno de los más terribles perseguidores de los cristianos a ser San Pablo, el Apóstol de los Gentiles, que llevó la Fe en sus largos viajes por todo el mundo conocido. Escribió diversas cartas del Nuevo Testamento.
  • San Pedro apóstol

    El Príncipe de Los Apóstoles y primer papa. Piedra sobre la que Jesús fundó su iglesia.
  • San Casio
  • Santa Emma
  • San Siro

martes, 28 de junio de 2016

Evangelio diario: martes, 28 de junio de 2016.

Día litúrgico: Martes XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».
Comentario: Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»
Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

Santoral del día 28 de junio de 2016.

lunes, 27 de junio de 2016

Evangelio diario: lunes, 27 de junio de 2016.

Día litúrgico: Lunes XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».
Comentario: Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)
«Sígueme»
Hoy, el Evangelio nos presenta —a través de dos personajes— una cualidad del buen discípulo de Jesús: el desprendimiento de los bienes materiales. Pero antes, el texto de san Mateo nos da un detalle que no querría pasar por alto: «Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre...» (Mt 8,18). Las multitudes se reúnen cerca del Señor para escuchar su palabra, ser curados de sus dolencias materiales y espirituales; buscan la salvación y un aliento de Vida eterna en medio de los vaivenes de este mundo.

Como entonces, algo parecido pasa en nuestro mundo de hoy día: todos —más o menos conscientemente— tenemos la necesidad de Dios, de saciar el corazón de los bienes verdaderos, como son el conocimiento y el amor a Jesucristo y una vida de amistad con Él. Si no, caemos en la trampa de querer llenar nuestro corazón de otros “dioses” que no pueden dar sentido a nuestra vida: el móvil, Internet, el viaje a las Bahamas, el trabajo desenfrenado para ganar más y más dinero, el coche mejor que el del vecino, o el gimnasio para lucir el mejor cuerpo del país.... Es lo que les pasa a muchos actualmente.

En contraste, resuena el grito lleno de fuerza y de confianza del Papa Juan Pablo II hablando a la juventud: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo». Para eso es preciso, como el Señor, el desprendimiento de todo aquello que nos ata a una vida demasiado materializada y que cierra las puertas al Espíritu.

«El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (...). Sígueme» (Mt 8,22), nos dice el Evangelio de hoy. Y san Gregorio Magno nos recuerda: «Tengamos las cosas temporales para uso, las eternas en el deseo; sirvámonos de las cosas terrenales para el camino, y deseemos las eternas para el fin de la jornada». Es un buen criterio para examinar nuestro seguimiento de Jesús.

Santoral del día 27 de junio de 2016.

viernes, 24 de junio de 2016

Santoral del día 24 de junio de 2016.

Evangelio diario: viernes, 24 de junio de 2016.

Día litúrgico: 24 de Junio: El Nacimiento de san Juan Bautista

Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Comentario: Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)
«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»
Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.